Por: Arturo Saenz | CEO de Synchro Projects and Solutions

Calidad del aire: ¿Estatus, oportunidad y futuro?

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Por: Arturo Saenz | [email protected]

Respiramos 15,000 litros de aire en un día, pasamos el 90% de nuestro tiempo dentro de nuestras casas, oficinas y transportes, y la calidad del aire es de 4 a 5 veces peor en estos lugares que si estuviéramos al aire libre. Desde antes del COVID-19 ya se le atribuían a la baja calidad del aire las muertes prematuras de siete millones de personas al año.

El aire dentro de nuestros entornos construidos se contamina por varias razones: capacidad de algunos materiales de construcción, acabados o muebles, de seguir emitiendo gases durante su vida útil; emisiones de gases producto de materiales y equipos de limpieza y de oficina; actividades diarias como cocinar, limpiar, lavar y el uso de pesticidas; generación de humedad interna; infiltración de contaminantes exteriores; o finalmente la presencia de hongos, polen o insectos.

De aquí surge la necesidad de estudio de varios gases y otros compuestos como el monóxido de carbono, dióxido de carbono, formaldehído, composición orgánica volátil, material particulado de varias medidas y ozono, entre otros, que sirven para identificar sus fuentes con el fin de entenderla y prevenirla. Finalmente, y para conectar con el tema del momento, el aire también se puede contaminar con la presencia de virus y algunas bacterias.

Meses después de los primeros casos del COVID-19, se empezó a alertar sobre la capacidad muy particular de su transmisión por aerosoles. Una explicación de la mecánica de transmisión sería la siguiente: El virus sale de las personas contagiadas al hablar, estornudar o toser en pequeñas gotas o “droplets” y en partículas más pequeñas de forma turbulenta que se adhieren y transmite en aerosoles de menor tamaño.

Estos mismos aerosoles, al cabo de unos segundos y por evaporación, reducen aún más su tamaño y vuelan por horas y varios metros de distancia. Las investigaciones sugieren que los aerosoles vuelan a través de las corrientes de aire generadas internamente que, sumado a la turbulencia adicional de movimientos, muebles u obstáculos, llegan a volar hasta los espacios más confinados. Su capacidad de seguir volando también se atribuye a los cambios de presión, temperatura, humedad y, debido a su tamaño final, el virus también tiene la capacidad de adherirse en partículas de polvos de menos de 5 micrómetros. Por esto y más, la calidad del aire interno es importante.

Arquitectos, científicos e ingenieros de varias ramas no nos hemos quedado con los brazos cruzados. Muchas son las respuestas que han salido para combatir a corto plazo el problema antes descrito: barreras físicas, límites de densidad de personas, reducción de mobiliario, promoción de la ventilación natural, reducción de la variación de los flujos de aire, aumento de los mecanismos de ventilación, reducción de la recirculación del aire, control de la humedad, cambio de secadores de mano de aire por papel, no apagar los aires de los edificios u oficinas los fines de semana para evitar los cambios de flujo, cambio de los filtros de los aires a otros de mayor calidad, subiendo número de MERV o colocando True HEPA, uso de rayos ultravioletas, instalación de aspersores de techo adicionales, y la instalación de purificadores de aire portátiles con tecnologías completas y novedosas, entre otros. Y mucho todavía está por venir, por ejemplo: detección de virus en el aire, reducción los puntos de contacto con tecnología, monitoreo de aire inteligente que genere respuestas de los sistemas del edificio, entre otros.

Sin embargo, estas medidas a corto plazo tampoco han sido fáciles. En reciente encuesta de las escuelas de Estados Unidos se concluyó que más del 60% de los edificios no tiene la capacidad para adecuar sus sistemas de aires acondicionados. No tenemos esos datos en nuestros países, pero la tendencia debe ser similar. Y la dificultad viene dada por la edad de los equipos, edad de los edificios, diseño de capacidad limitada, tecnologías antiguas, remodelaciones y altas inversiones, entre otros.

La pelea es peleando, y el gremio técnico mundial la está dando. De lo que sí estamos seguros es que los cambios hay que hacerlos, desde el diseño de las edificaciones nuevas hasta hacer escalonadamente las adecuaciones a los edificios existentes y que la responsabilidad recae en los desarrolladores de proyectos de promoverlo y en nosotros, como mercado, de solicitarlo.

El tener un edificio sano no es solo aire, es también luz, agua, ergonomía, olfato, sonidos, comunidad y promoción de nutrición, ejercicio y paz mental. ¿Qué puede hacer tu edificación a corto y mediano plazo?

*Las opiniones aquí expresadas son de exclusiva responsabilidad del autor, y pueden no coincidir con las del cuerpo editorial de esta revista o las de este gremio empresarial.

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