La economía de colores se perfila como estrategia para alcanzar los objetivos.

Economías naranja, verde y azul, apuestas para el desarrollo

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Los colores de la economía son tendencia y se consolidan cada vez más. Aquí un panorama de lo que implican y su relación, especialmente, a los conceptos de sostenibilidad y crecimiento en el ámbito local, regional y global.

Por: Malema De León | [email protected]

Nuevos procesos y herramientas han surgido y se han introducido en distintos planes de acción para encarar los desafíos mundiales, regionales y locales, especialmente, aquellos enfocados en el desarrollo y crecimiento sostenibles, con “una visión diferente”. Un ejemplo de estos innovadores mecanismos es la clasificación de la economía por colores. 

Naranja, verde y azul, por ejemplo, son algunos de los colores que destacan en estas las actividades económicas. La economía de colores nos ayuda a resolver la presión medioambiental (economía verde), impulsar la creatividad (economía naranja), reconocer la importancia de los mares y océanos (economía azul)”, explica en su sitio web RoundCubers, un grupo de expertos consultores en materia de competitividad. Curso que han ofrecido.

 A manera de formación, estos especialistas destacan que la economía se ha organizado y se ha estudiado con base en sectores productivos; no obstante, en las economías de color se organizan entorno a nuevas formas de producir y generar riqueza. “La economía de colores ayuda a formular políticas públicas que nos permitan conectar de forma transversal diferentes sectores de actividad”, indican sus reportes en el sitio web.

ECONOMÍA VERDE

Este tipo de economía guarda relación directa con el crecimiento económico y el desarrollo, en lo que se garantiza el recurso natural y sus aportes. Al respecto, el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) ha definido Economía Verde como “aquella economía que resulta en un mejor bienestar humano y equidad social, reduciendo significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas”.

Para organismos mundiales y multilaterales, como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, “el cambio climático podría empeorar significativamente las perspectivas económicas a largo plazo y exacerbar las desigualdades” en la región. Al respecto, el informe Perspectivas económicas de América Latina (LEO) 2022,revela que “es urgente de avanzar hacia una agenda verde ambiciosa e integral para abordar sus consecuencias y mejorar el bienestar de todos”.

El informe en mención desglosa los beneficios ambientales, sociales y económicos que puede generar una transición verde, como invertir en tecnologías renovables, que no solo puede reducir sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), sino que también puede proporcionar una generación de energía a menor costo y reducir la dependencia de productos de combustibles fósiles importados.

También, que “la región está bien posicionada para embarcarse en una transición verde efectiva y acelerar el progreso hacia sus objetivos de desarrollo económico, social y ambiental”. Sus energías renovables representan el 33% del suministro total de energía en comparación con el 13% a nivel mundial, por ejemplo.

En este contexto, el documento proporciona una descripción detallada de las acciones políticas sólidas e integrales necesarias para promover una transición verde y justa, destacándose estas áreas prioritarias:

  • Transformar aún más la matriz energética de la región alejándola de los combustibles fósiles y avanzando hacia la descarbonización y la electrificación en todos los sectores, especialmente las industrias pesadas y el transporte, mientras se toman medidas para aumentar la eficiencia energética.
  • Diseñar políticas fiscales sostenibles y compatibles con la transición verde y justa, eliminando gradualmente los subsidios perjudiciales para el medio ambiente y aprovechando el potencial de los impuestos relacionados con el medio ambiente.
  • Fortalecer los mecanismos institucionales para fomentar el consenso sobre las opciones de política necesarias para avanzar la transición verde. La agenda verde puede ser la piedra angular de un nuevo contrato social sostenible:
  • Desarrollar y ampliar las asociaciones internacionales. Con la mitad de la biodiversidad del mundo, los países de ALC son actores clave en las negociaciones climáticas internacionales.
  • Promover políticas de desarrollo industrial y productivo para transformar las estructuras económicas de ALC y crear más y mejores empleos, mediante la adopción de principios de economía circular y de la economía azul.

ECONOMÍA AZUL

Se han propuestos hojas de ruta para que las naciones crezcan y de desarrollen, considerando las economías de colores.

De acuerdo con el Banco Mundial (BM), la Economía Azul, como parte del enfoque de desarrollo verde y resiliente, también apoya el crecimiento económico, la inclusión social y la preservación y mejora de los medios de vida, mientras protege la salud costera, marina, de agua dulce y oceánica para garantizar la integridad y estabilidad de los mares y zonas costeras a largo plazo.

En América Latina, la mayoría de los países se benefician directamente del fácil acceso a estos recursos naturales costeros y marinos, y más del 25% de la población vive a lo largo de la costa, cifra que aumenta a 100% en las naciones insulares del Caribe. A juicio del BM, los países de la región avanzan significativamente para orientar sus economías hacia un camino de economía azul vibrante y resiliente.

En el 7° Foro Mundial de Ciudades y Plataformas Logísticas, realizado en Panamá en octubre pasado, Rodolfo Sabonge, secretario general de la Asociación de Estados del Caribe, presentó el tema Economía Azul y Asociaciones Público-Privadas. Durante su presentación, indicó que los pilares de la Economía Azul aumentan la productividad y el empleo, al tiempo que indicó que otro aspecto que guarda relación es la conservación y preservación de la biodiversidad de los ecosistemas de los recursos marinos para generaciones futuras, así como la exportación sostenible de los recursos oceánicos.

Acotó que, de hecho, el turismo sostenible está implícito en este tipo de economía, toda vez que se trata de un concepto que ha cambiado, puesto que “no afecta el medio ambiente, ni a la gente ni a su cultura, es turismo de experiencia, rural, comunitario; y para que funcione necesita transporte y conectividad”, lo cual mejoraría el comercio regional.

Sylvia Dohnert, especialista líder de desarrollo del sector privado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se refirió a la ‘Economía Azul’ en su escrito “Tendencias de la economía azul – ¿qué podemos aprender del Caribe?”, donde indicó que “la economía azul emplea un gran porcentaje de la población global, y su contribución se estima conservadoramente en US$1.5 trillones anualmente, aproximadamente 3% del valor agregado global”.

Desde el punto de vista del BID, la Economía Azul está alineada con cuatro de sus cinco prioridades de la visión 2025: pequeñas y medianas empresas, integración en cadenas de valor, cambio climático; así como, género y diversidad.

La publicación de Dohnert destaca, además, que, en las Américas, el Caribe es la subregión cuyo futuro está más comprometido por temas de vulnerabilidad climática y escala poblacional, y que a la vez podría beneficiarse más de un fuerte desarrollo de esta economía. “Es interesante por lo tanto mirar las tendencias en materia de economía azul en esta región”, opinó la especialista. “Por lo tanto, desarrollar la economía azul exige una gran coordinación, no sólo entre distintos ámbitos gubernamentales, sino también con la academia, el sector privado, la sociedad civil y las comunidades costeras”, sostuvo.

En tanto, Green Finance for Latin America and The Caribbean (GFL) también hace referencia a la Economía Azul en sus plataformas. La define como el uso, la gestión y la conservación sostenible de los recursos marinos a través de actividades que propician el desarrollo económico y la mejora de los medios de vida, a la vez que preservan la riqueza de la biodiversidad de las zonas afectadas. Cita la Organización de las Naciones Unidas ONU, al señalar que, aproximadamente, el 97% de los pescadores del mundo reside en zonas costeras de los países en desarrollo y depende en gran medida de los recursos marinos para su sustento diario.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 14 “La vida bajo el agua” (ONU) identifica la importancia de preservar y regenerar la biodiversidad de los océanos para garantizar la seguridad alimentaria y las fronteras del planeta.

ECONOMÍA NARANJA

La economía naranja integra a las industrias creativas y toda actividad que se encuentra en el cruce de la cultura, el arte, la tecnología y el comercio.

Este tipo de economía es considerado modelo de desarrollo en el que la diversidad cultural y la creatividad son pilares de transformación social y económica. Para el BID, la Economía Naranja abarca a las industrias culturales y creativas, en disciplinas como la arquitectura, la artesanía, las artes audiovisuales, el diseño gráfico e industrial, la moda, la música, los servicios digitales y el software.

En un taller conjunto, el BID y la CEPAL han definido la Economía Naranja como el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual. De esta manera, la creatividad, la innovación y la cultura, pueden ser componentes de un gran ecosistema del que forman parte los creadores, los gestores culturales, las ONG, la empresa privada y los gobiernos, y que representa un importante propulsor económico y social para cualquier país. “En América Latina y el Caribe contamos con un importante desarrollo de nuestras industrias culturales, creativas y de innovación, así como un valioso patrimonio cultural y artístico, por lo que nuestra región constituye un espacio de potencial desarrollo a través de la Economía Naranja”, indicaron representantes de ambas entidades regionales.

En Panamá, el Centro Nacional de Competitividad -Panamá publicó un documento (2019) sobre el tema, a cargo de los especialistas Roger Durán, Rosemary Piper y Ninotshka Tam, denominado Estudio de Caso “Las industrias creativas y culturales en  Panamá (o la “Economía Naranja”), donde explican la importancia que ésta tiene en el país. A manera conclusión, determinan lo siguiente:

Se estima que la industria creativa subyacente, que es una parte de las industrias creativas, produce US$1,041.8 millones a la economía del país, representando el 1.2% de la producción nacional.

  • Ocupa a unas 103,579 personas.
  • Es la octava actividad en participación en el empleo nacional.
  • El PIB per cápita de las personas ocupadas en ese sector está por encima del PIB per cápita nacional.
  • Tiene un impacto social, contribuyendo a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
  • El vínculo con la innovación, le permite ser una industria dinámica y latente en otras actividades de la economía. Y tiene potencial para contribuir al desarrollo porque: – Las actividades creativas generan innovación y la innovación impulsa cambios de orden social y económico.
  • La evolución de la producción de las industrias creativas subyacentes se ha duplica en los últimos 10 años.
  • Su contribución al empleo se ha mantenido por encima del 4% en los últimos 10 años, se estimó que para el 2017 representa el 5.6% del mercado laboral.
  • En términos absolutos el empleo se ha duplicado en los últimos 10 años.
  • Experiencia como la desarrollada en la Industria Cinematográfica demuestran cómo un enfoque desde las políticas públicas para impulsar el desarrollo de una actividad solventa las barreras de ingreso a dicha actividad.

Por su parte, SumaRSE, organización que impulsa la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en Panamá, ha señalado que de la industria naranja se perciben importantes beneficios como:

  • La generación de cientos de empleos.
  • Fortalece la economía.
  • Los emprendedores desarrollan sus habilidades y alcanzan un alto nivel de bienestar.
  • Da espacio para el intercambio de conocimiento y capacitación desde los expertos.

SumaRSE, al citar cifras oficiales del Ministerio de Comercio e Industrias (MICI), indicó que economía naranja ocupa el 6% del Producto Interno Bruto (PIB), al tiempo que sostuvo que su crecimiento dependerá del respaldo que reciba en espacio, presupuesto. “La economía naranja con un buen alineamiento, respaldo y seguimiento puede convertirse en un importante motor del desarrollo económico, social y ambiental”, afirman los ejecutivos de esta asociación.

En 2018, la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá (CCIAP) presentó su nueva Comisión de Industrias Creativas, con la finalidad de establecer consensos, estrategias e iniciativas para colaborar en la promoción y el desarrollo del sector de las industrias creativas en Panamá.

El evento de presentación contó con la conferencia “La nueva economía de la creatividad”, ofrecida por Walo Araújo, vicepresidente de Comunicaciones de la Fundación Ciudad del Saber, entidad miembro de la CCIAP.

Araújo señaló que la Comisión trabaja en identificar oportunidades de negocio, formación, I + D + I y alianzas profesionales, y elabora propuestas de mejoras a los marcos regulatorio y estratégico de las industrias creativas. De igual forma, explicó que se pretende impulsar la creación de una institucionalidad gubernamental adecuada para atender las necesidades del sector, así como el establecimiento de alianzas público – privadas para el desarrollo de estas industrias, para lo cual se cuenta con el apoyo del BID.

Actualmente esta comisión trabaja junto con el Ministerio de Cultura en la revisión de políticas públicas en favor del desarrollo de este grupo económico.

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