Por: Álvaro Soto | [email protected]
La Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU) destaca que para 2022 la expectativa de vida promedio en América Latina será de 75,86 años. Este escenario representa un reto para los sistemas de salud en la región, debido a que no solo tienen que asegurar un enfoque integral para mejorar la calidad de vida de las personas, sino que lo tienen que hacer en un entorno marcado por el aumento sostenido de las enfermedades crónicas, derivado en parte por el incremento en la expectativa de vida de la población.
También EIU estima que, en este año, la inversión en salud en América Latina será en promedio del 8.4% del Producto Interno Bruto (PIB). Si bien es cierto existen diferencias entre países, la inversión en salud a nivel global está aumentando, incluso en la región latinoamericana.
Costa Rica, por ejemplo, destina cerca del 7.3% del PIB a salud; El Salvador 6%; México 5.2% y Colombia 7.2%. Antes de la pandemia, Panamá invertía 4.5% de su PIB en salud, dos años después esa inversión es de 7.6%. Pero ¿qué deben hacer los países latinoamericanos para estar a la par de naciones de la OECD, cuya inversión es de 8.8%? La respuesta está en el trabajo en conjunto entre los sistemas públicos y privados, en la búsqueda de mejores soluciones y en la construcción de políticas que ayuden al sector.
Como lo hemos mencionado anteriormente, la colaboración entre los sectores público y privado es de gran importancia para generar transformaciones en el sector salud. Promoviendo las alianzas e integrando las mentes se puede lograr sistemas de salud alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En ese sentido, la industria farmacéutica tiene una oportunidad única, de colaborar de forma integral en la búsqueda de esas soluciones que contribuyan con la sostenibilidad de los sistemas de salud en la región. Igualmente hacer aportes en el manejo integral de la salud con un enfoque de medicina personalizada, en maximizar la analítica de datos para la toma decisiones y en la construcción de modelos de acceso a la innovación, que generen valor al ecosistema y mejoren los resultados para los pacientes.
En el caso específico de la innovación, esta se debe enfocar en prevención, pero también en tratamiento, y para esto es necesario mejorar la detección y diagnóstico y monitoreo de enfermedades.
La crisis por la pandemia del COVID-19 demostró que el haber coordinado esfuerzos fue clave para acelerar la innovación en pruebas de diagnóstico que se desarrollaron en semanas, como punto de partida esencial para la búsqueda de tratamientos y vacunas efectivas; en protocolos de ensayos clínicos para vacunas y tratamientos que se implementaron a velocidades récord, garantizando la seguridad de los pacientes.
También se dieron alianzas en las que se sumaron distintos actores del ecosistema de salud, como gobiernos, industria farmacéutica, academia y emprendedores; que ayudaron al desarrollo de terapias y vacunas. El trabajo con los ecosistemas de salud permitió ofrecer soluciones para aliviar otras enfermedades infecciosas de alto impacto en los sistemas sanitarios, como la influenza, por ejemplo.
Una industria en constante transformación
La transformación que vemos hoy en la industria farmacéutica en la región de América Latina viene de hace algunos años. Esta transformación tiene cuatro pilares: un enfoque en el paciente, en la medicina personalizada, digitalización y en las alianzas público-privadas.
La industria ha estado trabajando en entender las necesidades de los pacientes y de los sistemas de salud. La experiencia y la ruta del paciente es el punto de partida para construir soluciones para que la innovación esté disponible para todos.
Al centrar las soluciones en los pacientes, avanzamos en un abordaje de salud integral para cada persona desde la prevención, diagnóstico temprano, tratamiento oportuno y seguimiento continuo.
Por otra parte, los retos en salud requieren de la articulación de esfuerzos entre distintos sectores para sumar conocimientos, optimizar recursos y aumentar la escala para generar soluciones a través del trabajo conjunto entre la industria, academia, entidades de salud y gobiernos.
Para los próximos años las tendencias de la industria farmacéutica se centrarán en la medicina personalizada, en los ecosistemas de salud basados en datos, y en los modelos de atención basados en valor.
Como actores del sistema de salud panameño, estos temas tienen un gran potencial de generar oportunidades para los pacientes y la sociedad, si trabajamos juntos, tal y como quedó plasmado en el Foro “Panamá como centro de innovación en salud: oportunidades para el desarrollo sostenible y económico”, organizado por la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá en marzo anterior.
Panamá cuenta con las condiciones para evolucionar a un sistema mejor balanceado entre la persona y la atención a la enfermedad, a incrementar acceso a terapias innovadoras, si entre otras cosas, si se adoptan las recomendaciones de las diferentes mesas de trabajo como la que se formó en el contexto del Bicentenario, así como el uso de la tecnología y la toma de decisiones basada en evidencia (datos). Las oportunidades están a nuestro alcance, sumemos voluntades para generar un mayor impacto en el país a través de la innovación en salud.
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